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CIELO EMPEDRADO, SUELO MOJADO
Cuando el humo de las chimeneas de las cocinas a leña amanece, afuera se cala el frío por los huesos y gotas de agua asoman como preludio del día que vendrá.
Los chilotes se preparan para la fiesta de invierno, al contrario de otras zonas, el deporte de éste solsticio corresponde a las reuniones junto a un fogón para comer las delicatessen que se esperan durante el resto del año.
A un lado, está don José preparando el fuego para el reitimiento de chancho que mató el día anterior de un toque directo al corazón. Mientras, doña Ernestina ocupará la sangre en las preciadas morcillas (prietas) que se comen en la mañana con café de grano recién hecho.
Las mujeres en alguna parte de la casa preparan las masas de las sopaipillas y roscas; rayan las papas para el milcao, que cocerán a manteca hirviendo en el fogón y los hombres consumen la chicha (jugo de manzana fermentada) hasta quedar con los ojos vidriosos y con cara de felicidad.
En otra casa lavan los mariscos, cortan las carnes y hacen chapaleles para comer el rico curanto que con el frío y la lluvia de invierno tiene un sabor más contundente, "criaturero" dicen algunos.
Entre tanto, en casa de María se prepara el pan que disfrutarán con el chancho ahumado y el tropón (bola en base a fécula de papa) que se come en la noche mágica de San Juan*.
En todas estas fiestas cobran importancia las adivinanzas y los chistes de doble sentido; como también, la brisca, truco, juegos de cartas con sabrosos versos y junto al acompañamiento del acordeón a botones, que aún tocan en los dedos de los ancianos para amenizar las largas noches de invierno.
Estas y otras recetas son las calorías necesarias para que el hombre de está tierra inicie la poda y plantación de algunas especies que entre los meses de noviembre y abril, se cosecharán para empezar otras fiestas.
Gladys Aguilar S.
Castro
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